
Marcelo Santos, profesor asociado de la Universidad Diego Portales, investigador del Centro CICLOS-UDP, investigador adjunto del Núcleo Milenio de Estudios de Política, Opinión Pública y Medios en Chile (MEPOP) y del Instituto Nacional de Ciência e Tecnologia em Democracia Digital (INCT.DD, Brasil). Sus intereses de investigación se centran en la intersección entre la tecnología digital y democracia.
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La desinformación se ha ganado un espacio importante en la agenda pública y la prensa desde un poco después del estallido social, y ha sido un problema serio especialmente durante la pandemia y en periodos electorales. Desde el oficialismo actual, se han impulsado diversas iniciativas para hacer frente al problema, las más visibles la comisión asesora contra la desinformación y la campaña “Aguanta, chequea y comparte”. Desde la academia, diversos estudios han buscado aclarar el fenómeno de la desinformación en el campo de la política, así como evaluar sus consecuencias para la democracia. Dichos estudios suelen basarse en hitos puntuales como la crisis del COVID-19, el estallido social (Mendoza et al., 2023) o un ciclo electoral (Saldaña et al., 2024).
Sin embargo, lo que no se abarca en muchos estudios es la problemática a mediano o largo plazo, tal como la repetición de ciertas acusaciones infundadas, informaciones falsas, teorías conspirativas, que con el tiempo sedimentan en un rincón del cerebro, aun cuando sus fuentes originales queden olvidadas. La práctica de circular desinformación de forma persistente en el tiempo es a veces intencionada y coordinada por grupos de interés. Estas ideas quedan ahí, como si se estuvieran cocinando a fuego lento, esperando una oportunidad para estallar. Esto es lo que llamamos Bombas Latentes de Desinformación (Santos et al., 2025), definidas como:
…herramientas políticas antidemocráticas a largo plazo que implican la difusión persistente y deliberada de información engañosa que puede desencadenar crisis informativas cuando se dan ciertas condiciones específicas (p. 2)
Las bombas latentes de desinformación se activan cuando hay un conjunto de circunstancias que generan la tormenta perfecta. Hasta entonces quedan ahí, latentes, en los subterráneos de aplicaciones de mensajería, grupos oscuros de Reddit, cuchicheo de grupos extremistas, discursos implícitos de bots y trolls en redes sociales, entre otros. Las condiciones para su activación se pueden identificar en tres niveles. El primero es el nivel macro, que abarca factores económicos, políticos e institucionales que crean las condiciones para que una afirmación engañosa gane terreno de manera más eficaz, como por ejemplo confianza en la integridad electoral o polarización política. El segundo es el nivel meso, que se centra en los elementos contextuales relacionados con el contenido específico de la desinformación, como por ejemplo el sistema de votación usado en el país. Por último, el nivel micro, que incorpora rasgos individuales que facilitan la aceptación de estas creencias, como la ideología o la ausencia de humildad intelectual (más detalles del modelo en Santos et al., 2025).
Pero, ¿cuál es el contenido de estas bombas?
Las bombas de desinformación, al contrario de bombas materiales, son artefactos sociotécnicos y políticos. Su temática es coyuntural, debiera estar vinculada a la contingencia inmediata para tener eco, pero también puede quedar ahí latente, hasta que el entorno cambie. Pueden gatillarse de forma espontánea o pueden ser impulsadas, por ejemplo, por la acción coordinada de redes de bots u otros usuarios no auténticos – como personas remuneradas para manejar diversas cuentas de redes sociales – que amplifican un contenido, sesgando la opinión pública y manipulando la agenda mediática. En un contexto electoral, una de las acusaciones más frecuentes, muchas veces desmentida por fuentes oficiales y verificadores de contenido profesionales, son las de fraude electoral, en una de sus variedades. En cada país, la acusación de conspiración toma sus contornos específicos: en EEUU, el Trumpismo desconfía del voto por correo; en Brasil, Bolsonaro viene desde hace una década acusando las urnas electrónicas de no ser fiables. En Chile, está el tema de los detenidos desaparecidos, que forman parte del padrón electoral como un homenaje a su ciudadanía, pero una y otra vez reflotan acusaciones de que “los muertos votan”. Curiosamente, esta acusación no es simétrica: los muertos siempre votan a favor de la izquierda.
Esta asimetría, sin embargo, es circunstancial. De haber mayor insistencia, lo más probable es que la institucionalidad en torno a las elecciones se vaya erosionando, más allá de cualquier evidencia concreta de fraude. En el caso del plebiscito de salida del primer proceso constituyente, por ejemplo, encontramos, meses antes del referendo, acusaciones de fraude dirigidas desde grupos proclives al voto “rechazo”, acusando al “apruebo” de que irían a manipular los resultados. Con el paso del tiempo, la acusación se neutralizó y contaminó a grupos proclives al “apruebo” (Santos, Ortiz y Santos, 2024).

Es cierto que no contaminó con la misma intensidad e incluso había gente que detectaba la conspiración originada en sectores de la derecha, pero el simple hecho que la acusación haya saltado fronteras y llegado de un extremo al otro del espectro político es un síntoma de cuán frágil puede ser la confianza en la institucionalidad democrática, un antecedente que no puede ser ignorado.
Pero en las últimas semanas, en plena campaña para las elecciones presidenciales de 2025, han emergido acusaciones más organizadas comunicacionalmente y con un alto nivel de planificación. Estamos ante elecciones con una serie de factores novedosos, tales como la radicalización de la derecha con reivindicaciones negacionistas; el voto obligatorio; una candidata vinculada al partido comunista como una probable participante en segunda vuelta, y niveles de polarización probablemente inéditos en el periodo democrático más reciente, entre otras. Para explotar la bomba, se unen factores macro – en el caso chileno, principalmente la fortaleza y la confianza en el Servel – y micro – trazos psicológicos como mentalidad conspirativa, narcisismo o trazos ideológicos como la radicalidad política. Pero el factor clave, en el caso nacional, se ubicaría probablemente en el nivel meso: un resultado electoral muy apretado.
El caso de Brasil es emblemático. Lula da Silva fue elegido con una diferencia de menos de 1% de los votos válidos. Sumando la sistemática acusación contra el sistema de conteo de votos en Brasil, por parte de Bolsonaro e incluso de medios simpatizantes con sus propuestas, como Jovem Pan, las condiciones para hacer estallar la bomba de desinformación estaban instaladas.
Sembrar dudas es una de las tácticas de propaganda más dañinas. A veces opera de formas muy sutiles. Actualmente hay en las redes un llamado a un conteo paralelo de votos, mimetizando lo que la oposición a Maduro hizo en las últimas elecciones venezolanas: la idea es que la ciudadanía saque fotos de las actas de las mesas y suban a un sistema online para realizar un cómputo independiente de los votos. Con solo instalar un paralelo entre las elecciones de Venezuela y Chile (ver Figura 1), se está subliminalmente igualando las autoridades electorales chilenas a las del país caribeño, cuyo proceso electoral fue altamente cuestionado por la comunidad internacional. Esta comparación es descabellada por donde se la mire. El Servicio Electoral chileno ha dado seguidas muestras de confiabilidad y no ha dado jamás margen para su cuestionamiento. Si hay algo que estos grupos que se autodenominan nacionalistas debieran hacer con empeño es defender aquello que es positivo en Chile. De no ser así, más que nacionalismo, es fanatismo.
Referencias
Mendoza, M., Valenzuela, S., Núñez-Mussa, E., Padilla, F., Providel, E., Campos, S., Bassi, R., Riquelme, A., Aldana, V., & López, C. (2023). A Study on Information Disorders on Social Networks during the Chilean Social Outbreak and COVID-19 Pandemic. Applied Sciences, 13(9), 5347. https://doi.org/10.3390/app13095347
Saldaña, M., Orchard, X., Rivera, S., & Bustamante-Pavez, G. (2024). “Your house won’t be yours anymore!” Effects of Misinformation, News Use, and Media Trust on Chile’s Constitutional Referendum. The International Journal of Press/Politics, 0(0). https://doi.org/10.1177/19401612241298853
Santos, M., Ortiz Fuentes, J. & Santos, J. G. (2025). Misinformation behind the scenes: political misinformation in WhatsApp public groups ahead of the 2022 constitutional referendum in Chile. In Udupa, S. & Wasserman, H., WhatsApp in the World Disinformation, Encryption, and Extreme Speech. NYU Press. https://doi.org/10.18574/nyu/9781479833306.001.0001
Santos, M., Park, C. S., Santos, J. G. B., Cavalini, A. & Gil de Zúñiga, H. (2025). Latent Bombs of Disinformation. Information, Communication & Society, 1-22. https://doi.org/10.1080/1369118X.2025.2492575